lunes, 31 de mayo de 2010

La ocasión

El epílogo de un libro de  Manuel Cruz cuenta la anédota de un hombre a quien le habían regalado una botella de un excelente vino. Considerando muy valioso el obsequio decidió reservarlo para una ocasión especial. Habían pasado ya más de treinta años desde que le habían regalado ese vino y todavía no había encontrado el acontecimiento que mereciera abrirlo. 
¿Llegaría algún día? ¿Cómo tendría que ser de especial el hecho para justificar descorchar la preciada botella?

Me pareció una reflexión fascinante. Esperamos que los acontecimientos nos indiquen si son lo suficientemente merecedores de festejo, de nuestro brindis. Pero tal vez es simplemente cuestión de decidir que un determinado momento, sea cual sea, merece ser festejado. Creemos que será tan especial, tan distinto de todo lo que acontece que esperando nos perdemos el vino. 

Pretendemos que algo externo nos indique cuál es la ocasión adecuada. Nos resignamos a esperar y renunciamos a la libertad de elegir. Perdemos de vista que la cuestión está en decidir que un momento dado es especial y en vivrlo como tal. Y entonces bebernos el vino.

¿Encuentras en tu vida ocasiones para brindar?
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miércoles, 26 de mayo de 2010

La decisión es nuestra

Hay un dicho popular que dice Dos no pelean si uno no quiere. Como la mayoría de los dichos,  tiene algo de cierto.
¿Cuantas veces nos encontramos discutiendo sin querer hacerlo? Una persona nos hace un comentario mordaz para que contestemos. ¿Pensamos antes de saltar automáticamente con otro comentario que tal vez no haga más que aumentar el tono de la disputa? Cuando nos agreden verbalmente ¿reaccionamos de forma automática con agresividad? ¿o respiramos profundamente y elegimos qué hacer?

La decisión es nuestra. Podemos decidir contestar aún peor y devolver la estocada por la espalda. Pero si preferimos podemos elegir no pelear.
  • Podemos optar por callar e ignorar el comentario.
  • Podemos decir ahora no quiero hablar de ésto, si es un tema que necesita ser tratado.
  • Podemos repreguntar para bajar la intensidad. Un ejemplo: Quien inicia: -Veo que hoy molestas tanto como siempre. Nosotras: -¿A qué te refieres concretamente con molestar? ¿Podrías especificarlo? Dicho siempre en un tono tranquilo que no implique ironía sino ingenuidad. El tono de voz es fundamental. 
  • Podemos sonreir en silencio.
  • Podemos cambiar de tema. Nuevamente el tono de voz es la clave. Hablar sobre el tiempo es un recurso siempre a mano. ¡Qué calor! Hace días que no llueve...
  • Podemos explicar Tu comentario me ha molestado.
  • Podemos aclarar Mientras me estés gritando no pienso conversar contigo.

Las variantes son muchas y cada una puede crear la propia según la circunstancia. La decisión es nuestra.

¿Cuál es la tuya? ¿Qué recursos utilizas ante una agresión verbal cuando no quieres pelear?
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lunes, 17 de mayo de 2010

Orden o desorden. Esa es la cuestión.

Existen muchos puntos de vista sobre el orden y el desorden. Hay ámbitos donde se relaciona el orden con la eficacia y la productividad. Hay otros donde el desorden no es símbolo de pereza sino de ser una persona creativa y espontánea. El Feng Shui posiblemente vincule el orden con la armonía y el bienestar.

Una interpretación que me resulta interesante es el concepto de que tanto orden como desorden, cuando son extremos, están relacionados con el ansia de controlar.

Si necesitamos que todo esté exactamente en su sitio permanentemente puede que tal nivel de rigidez nos haga perder el placer de disfrutar situaciones porque estamos controlando si todo está donde nosotros consideramos que debe estar.


Sin embargo el desorden profundo (el problemático, el que nos angustia, el que identificamos como algo desagradable) también puede asociarse a la idea de querer tener más de lo que uno puede manejar, o sea querer controlar más de lo que podemos. Para expresarlo mejor, como no admitimos que sólo podemos organizar / trabajar / sostener / mantener / manejar / controlar una limitada cantidad de cosas, no controlamos nada. Para poder ordenar posiblemente necesitemos descartar o eliminar, abandonar, deshacernos de, hasta quedarnos con un volumen de cosas / objetos / temas / elementos / posesiones que podamos manejar. Esto es reconocer que sólo nos quedaremos con una cantidad limitada porque no podemos controlar todo (nada, todo es lo mismo). A veces el desorden tiene que ver con no poder tomar decisiones o no poder desahcernos de cosas, con querer abarcarlo todo, controlarlo todo, conservarlo todo.

No sé si hay proverbio zen que diga "no tengas más platos de los que puedas lavar", pero esa es la idea.

Creo que hay un problema cuando nuestro grado de orden o desorden nos coarta y nos incomoda, nos priva de espacio y de tiempo para disfrutar otras cosas.


¿Qué piensas?
¿Te vendría bien descontrolar un poco, permitir que algo se salga de sitio, actuar de forma inesperada?
¿O te iría mejor ver qué pasa al darle un sitio a algo (en el armario o en nuestra vida) y tomar la decisión de colocarlo allí?

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lunes, 10 de mayo de 2010

El dolor existe

"No quiero que tengan un perro, porque después se muere y las niñas sufren" escucho decir a una madre joven. Es verdad. Los perros mueren. Las personas también.
La vida es placer y es dolor.

Comprender que los animales mueren es parte de lo que podemos aprender en la infancia si la compartimos con una mascota. Un niño (y un adulto) puede sentir dolor por la muerte de su perro, como lo sentirá algún día por la muerte de sus abuelos, padres, hermanos, amigos... ¿Tiene sentido privarlo del placer, la compañia, el juego y el aprendizaje que el animal puede darle, sólo para evitarle la experiencia de su muerte y el dolor que pueda provocarle?

La muerte existe. La muerte de un perro en la infancia es una forma de empezar a entenderla.

El criterio de que se mueren como razón para no tener un perro, no sólo se lo he oído a esa mujer, también a otras dos personas. En ambos casos habían tenido uno, había muerto y no querían volver a pasar por ese dolor nunca más.  Me pregunto si la muerte de un amigo les llevará a no tener amigos nunca más.


Todos los que amamos experimentarán dolor. Privar a un niño de una mascota no va a evitarlo.


Si quieres puedes dejar un comentario

lunes, 3 de mayo de 2010

Resolviendo problemas (ajenos)

Cuando las personas que queremos tienen un problema frecuentemente intentamos ayudarlos. Pero a veces no nos damos cuenta de que el problema es de ellos y lo cargamos en nuestra mochila, sumándolo a nuestra propia carga. Por supuesto que es loable ayudar, compartir momentos de angustia o dolor, acompañar, escuchar. Es bueno hacerlo con otros y es bueno que lo hagan con nosotros. Pero hay problemas que cada uno tiene que resolver por sí mismo, si es que quiere hacerlo. 

Es interesante plantearse cuándo nos estamos apropiando de un problema que no es nuestro. O cuándo depositamos en otros la responsabilidad de solucionar problemas qué sólo podremos resolver nosotros. Estas actitudes suelen estar motivadas por el sentimiento de que somos responsables de la felicidad de los demás. (O culpables de su infelicidad, que viene a ser lo mismo).

Es bastante frecuente encontrarnos con estas ideas en las relaciones familiares. Cuántas veces una madre o un padre se siente responsable por la felicidad o infelicidad de un hijo. Hay quienes piensan que pueden hacer feliz a su pareja. Hay también quien elije pensar que sólo su pareja le puede hacer feliz. La felicidad, en todos los casos, es sólo responsabilidad de uno mismo.   
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