lunes, 13 de septiembre de 2010

Lo que está en nuestras manos

Constantemente escucho gente exigiendo cambios en los demás pero incapaces de decidirse a variar un milímetro su posición. Tienen que entender, tienen que cambiar, tiene que hacer ésto o lo otro  reclaman. Tal vez olvidamos que las otras personas en cuestión son libres de decidir qué hacer y que harán lo que quieran o lo que puedan. 

Podemos patalear durante años pretendiendo que Fulana/o actúe como decidimos que debe actuar. Pero nuestros deseos no tienen por qué ser órdenes ni parámetros para otra persona. Nos puede parecer obvio que lo natural (para nosotros) es que actúe de tal o cual modo. Pero la otra persona puede decidir no actuar así. Entonces es donde nos queda la alternativa de dejar de pretender manejar las motivaciones de otros como si fueran marionetas cuyos hilos nos pertenecen. Es el momento de preguntarnos  Qué voy a hacer yo ante esta situación. Y podremos elegir empezar a resolver en el ámbito en que podemos, es decir en el de NUESTRAS acciones, no en las de otros. 

Qué difícil nos resulta aceptar que los demás son libres de actuar como les parezca. Y nosotros a decidir qué haremos con nuestras propias acciones en función de la situación.

Me contaron una historia de una mujer que quería que su amante le llevase flores. Exigía que así fuera y no hacía más que quejarse y sufrir constantemente por la flores que no recibía. Tanta energía ponía en señalar su carencia floral que se cegaba. No era capaz de ver sus opciones. Por ejemplo: dejar de esperar flores, o regalarlaselas ella, o ir a comprarlas, o pedírselas a otra persona, o dejar a su amante y encontrar a alguien que sí se las lleve, o reconocer que había decidido amar a alguien que no regalaba flores (eso sí, todos los días la abrazaba y le decía que la quería, pero no le regalaba flores).

¿Te quedas atada a tus ideas de cómo deben actuar los demás? ¿O intentas ver qué puedes hacer tú con lo que sucede?
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