lunes, 12 de julio de 2010

Detrás de las decisiones

Estar en un sitio significa no estar en otro. Realizar una actividad en un momento dado significa no hacer otra actividad en ese momento. Sin embargo en algunos casos actuamos como si no fuera así.

Queremos algo nuevo sin deshacernos de lo viejo. Queremos algo sin las consecuencias que implica. Esto sucede especialmente con los deseos de cambios que nos resultan difíciles. Nos cuestan porque queremos el cambio pero no queremos perdernos el beneficio que nos aporta no cambiar. 

Si quiero levantarme más temprano que de costumbre -o incorporar la costumbre de levantarme más temprano- implicará acostarme antes o dormir menos horas. No puedo levantarme antes y no modificar la hora en la que me acuesto ni la cantidad de horas que duermo. Una decisión trae aparejadas otras. Este ejemplo es muy simple, pero por eso es evidente.
Si decido tener más espacio libre en mi casa, necesitaré tener menos cosas o  una casa más grande
Si quiero modificar mi peso, implicará modificar mi alimentación y/o mi actividad física.

Si queremos fervientemente algo, actuar en consecuencia significará aceptar lo que trae aparejado.


Supongamos que deseo dedicar más horas de la semana a estudiar (o a hacer jardinería o a lo que sea) pero no estoy dispuesta a modificar en nada el tiempo ocupo en otras cosas.  Parece tonto porque es muy simple. Seguramente en muchas de las decisiones que tomarmos estamos de acuerdo en todo lo que implica. Pero hay aspectos en los que nos cuesta mucho más y pretendemos que sea posible estar en un sitio y en otro a la vez.

Toda elección implica una pérdida. Tal vez el truco sea no ver esa pérdida como algo negativo (recordemos que estamos hablando de un cambio voluntario) sino como lo que estamos dispuestas a soltar para alcanzar lo nuevo.

¿Aceptas las consecuencias de tu deseo de cambio? ¿Cómo vives tus decisiones?   
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